Por M. Sc.Domingo R. Villarreal Uzcátegui
Todos los arcanos del Tarot se presentan como puertas, pasajes, estadios o lugares por los cuales el iniciado tiene que pisar y caminar. En consecuencia, si quiere traspasar de manera clara y determinante el paso o umbral del akasha, que anuncia este arcano quince, debe saber exactamente qué es lo que busca, pues va a desencadenar la energía diabólica, es decir, va a liberar la energía del akasha que mueve toda la materia y al mundo y si no lo hace como debe ser puede quedar atrapado por sus tentáculos tentadores que se abrirán igualmente ante él y que sólo lo dejaran pasar si sabe confrontar valiente y conscientemente a su poderío y fuerza inconsmensurable e inconsciente.
Fulcanelli, en su obra magistral, El Misterio de las Catedrales, puntualiza que la imagen del diablo, humanizada bajo el aspecto de Lucifer, es la materia prima inicial de la Gran Obra Filosofal, es decir, la Primera Piedra antes de ser tallada. No obstante su estado de piedra bruta, impura, material y grosera, es considerada piedra angular (Piedra Maestra del Ángulo), así haya sido colocada como Piedra del rincón, o a decir de Amyraut (citado por Fulcanelli): “La piedra que los constructores rechazaron sobre la que descansa toda la estructura del edificio; pero que es también escollo y piedra de escándalo, contra la cual tropiezan para su desgracia”.
Lucifer es una figura poco comprendida que viene a representar una fuerza, una energía y un poder tan descomunal y diabólico que puede ser utilizado tanto para el mal como para el bien. Es mostrado como un ser abominable, terrorífico y repulsivo, pero se sabe capaz de perder su negrura y fealdad y convertirse en un ser angelical al realizar su deslastre de egoísmos, pasiones y maldades.
Dentro de este contexto y en procura de desentrañar algunas enseñanzas del arcano quince de Tifón Bafómeto, cabe señalar que Lucifer, cuyo significado literal es portador de luz, es considerado por grandes maestros como Fuerza, Fluido, Luz, Corriente o Serpiente Astral. Asimismo, es definido como escalera, cuyas gradas sirven indistintamente para subir o para bajar; en otras palabras, como vehículo para remontarse desde lo bajo hasta las alturas o para descender y quedarse en las profundidades del infierno, la decisión, en todo caso, es siempre individual, de acuerdo con el libre albedrío que nos fue dado en un principio.
Trataremos de explicar el por qué de algunas connotaciones dadas a Lucifer. En primer lugar, este paso gigantesco del estudiante es considerado como un trayecto insoslayable, es decir, como un descenso obligado, consciente y necesario en el camino de todo iniciado porque allí el Guardián del Umbral vigila la materia de la materia, la energía inicial de la creación, el “unus mundus” genésico en forma poderosamente única y diabólicamente condicionada, de la cual debe partir cualquier creación verdaderamente humana. Recuérdese que se le suele llamar señor de las puertas de la materia, Príncipe de las Tinieblas, hijo de las fuerzas del tiempo, Mefistófeles y otros nombres.
Este análisis, aunque parezca paradójico no lo es ya que todo es mostrado desde la perspectiva del Caminante del Sendero de la Vida en su constante aprendizaje. No en vano lo presentan de esta manera, aparentemente contradictoria, las grandes epopeyas, relatos y mitos humanos, incluyendo los desarrollados en la Odisea de Homero, la Eneida de Virgilio, La Divina Comedia del Dante, El Fausto de Goethe, El Parcifal de Wagner, el Myterium Coniunctionis de Carl Jung, y otros. No se vaya a asumir que estas grandes metáforas de las artes universales son meras referencias simbólicas; antes por el contrario, a través de ellas se habla precisamente de una realidad avasallante que por su fuerza y presencia descomunalmente material no puede ser eludida por persona alguna. Recuérdese que hasta en el credo cristiano se señala que el Gran Maestro Jesús descendió a los Infiernos, y por tanto es de esperar que a cualquier mortal le ha de corresponder ese tránsito que la mayoría de las veces no es tan breve como quisiéramos.
Por otra parte, el eminente psicólogo Jung nos explica el trabajo psíquico-alquímico así:
El camino no conduce en línea recta hacia adelante, por ejemplo, desde la Tierra hacia el Cielo, o de la materia al espíritu; se trata más bien de una "circumambulatio" y de un acercamiento al centro. No avanzamos dejando atrás una parte, sino cumpliendo con nuestra tarea como "mixta composita", esto es, como seres humanos que viven en un mundo de opuestos". Este camino, si lo tuviéramos que representar gráficamente, sería una espiral.
De ahí que al buscar ascender, tengamos necesariamente que descender hasta los mismos infiernos en procura de nuestra materia primera y confrontar al Diablo en nosotros. Buscar un encuentro cara a cara, vis a vis, sin rehuir las consecuencias. He aquí otro de los grandes significados fundamentales y literales de este arcano: Enfrentar la cara oscura y sombría de la creación. Sumergirse en las cavernas más subterráneas de nuestra psique, de nuestra materia y del mal dentro y fuera de nosotros, es la tarea del Magisterio que muchos han asumido y pocos vencido. Este proceso alquímico, simbolizado por un cuervo negro, es llamado "Nigredo" o Putrefactio (corrupción), sirve para desasociar a los cuatro elementos y ubicarse en el centro primordial, en donde la materia se encuentra replegada sobre sí misma, con mayor densidad, por tanto, grosera y ennegrecida al máximo. Es una penetración a los inframundos de la tierra, al mundo inicial caótico o a la primera matriz y a su indiferenciada materia prima. Allí el adepto se encontrará (y deberá tomar conciencia) con sus manifestaciones más inferiores y negras; al decir de las enseñanzas de Jung, enfrentará su Sombra, o, en frases del V. M. Samael Aun Weor, verá el Lado Oculto de la Luna. Allí comienza su largo trabajo magistral en la muerte mística, es decir, el iniciado asume la lucha por desentrañar, comprender y someter a la hoguera (propia e interior y no a la hoguera de proyecciones externas, de inquisición a los demás) los vicios, errores, excesos, debilidades, defectos, pasiones, miedos, y todos los egos contenidos en las siete cabezas de legión que tenemos, unos más, unos menos. Indubitablemente, éste es un trabajo titánico, de padecimientos y sufrimientos experimentados a carne viva, que sólo se podrá realizar con la ayuda y la asistencia divina. Este magisterio alquímico está fundamentado en la clave dada por Hermes Trimegisto en la Tabla Esmeraldina que dice:
Separa la Tierra del Fuego, y lo sutil de lo grueso, suavemente y con todo cuidado. Asciende de la Tierra al Cielo, desciende de nuevo a la Tierra, y une los poderes de las cosas de arriba y de las de abajo.
Si revisamos la iconografía de las cartas del Tarot que representan el arcano decimoquinto como un ser andrógino, alado y con cuernos, podemos remontarnos al siglo XIV o más propiamente al XV (ver anteriores representaciones de artistas como Giotto, 1306, fresco de Padua). En más recientes representaciones se muestra la figura del diablo como el macho cabrío de Méndez (ver la primera ilustración) y, debajo de él, a dos pequeñas figuras, ambas mitad animal y mitad humana, de un hombre y una mujer que, como la naturaleza bestial de ellos, se encuentran encadenadas por su cuello al cubo o pedestal sobre el cual se afirma la figura feroz de Lucifer. Sin embargo las cadenas que representan sus deseos, pasiones, debilidades, egos y errores, pueden ser zafadas de sus cuellos, reintegrándose el hombre con su alma, mediante una voluntad y un trabajo valiente, odisiaco, consciente del que ose hacerlo, suficientemente asistido por la mano celestial.
Asimismo, al Diablo señalado por este arcano se le califica como Nahash, la serpiente tentadora del Edén, considerándosele exactamente igual a la Luz Astral, sustancia primera, convertible y mediadora, indiferente al bien y el mal. De ahí que se lea en sus brazos: “Solve et coagula” (disuelve y coagula, o disgrega y reúne) como formula o clave alquímica para extraerle o robarle el fuego al diablo.
Palabra síntesis: Energía (fuego diabólico)
Arquetipos: Lucifer, Tiphon Baphometo
Otras Ideas Asociadas: Tentación, oscuridad, tinieblas, división, separación, confusión, caos, confrontación, fatalidad, materialismo, energía sexual, poder peligroso, pasión, fuego, misterio.
Significado esotérico: Momento de grandes desafíos y trabajos con las energías espirituales y del Kundaline. Muerte mística y gran avance y despertar espiritual.
De tomar en consideración: Esta carta, vista generalmente como negativa, nos invita a examinar las premisas en nuestro camino con mucha cautela y precaución y a comprender y desterrar aquellos obstáculos que limitan el trabajo esotérico
Lectura o predicción: Presagios peligrosos o tentadores. Aparición de grandes fuerzas o poderes para bien o para el mal. Situaciones de peligro y de posibles enfermedades o conflictos. Situaciones oscuras, graves y tormentosas, en las cuales nos sentimos atrapados, agotados o impo-tentes. Si se está investigando una situación debe establecerse en los términos más precisos posibles para evitar ambigüedad en la interpretaciones posibles Como carta que refiere a la más gigantesca de las energías y a sus efectos, se puede asociar, según la situación estudiada, con pasión, desenfreno, disipación de energías, lujuria, obsesión, excesos de todo tipo, seducción, derroche, perversidad, enfermedades malignas de índole nervioso o sexual, adicciones, asecho de poderes inferiores de hechicería y brujería, trampas, ataques y otras manifestaciones de fuerzas destructivas Igualmente, puede ser signo de discordia, peleas, desuniones, ataduras, malevolencia, experiencias bizarras, desastres, desolación, intrigas, infidelidades, pasos en falso.
Axioma trascendente: "Hiciéronme guarda de viñas, y mi viña, que era mía, no guardé"
Letra Hebrea correspondiente: Letra Samech
Dios Egipcio: Seth